Me dijo que al volver de sus trasnochadas caminaba por la playa mirando las estrellas. Sin detenerse. Sin adelante ni atrás. Siguiéndolas allá arriba. Sin trayectoria, sin rumbo.

La inercia le abre camino a través de la arena, sus pies caen pesados, sencillos. A veces se marea, pero sigue. A veces la inseguridad lo tienta a agachar la cabeza pero se las arregla para seguir caminando así. Sin pasado ni futuro. Sin paisaje, sin expectativas. Solo él con el ruido de las olas que acechan la orilla.

Y lo imagino distante, como siempre, como es él. Abstraído con la cabeza quien sabe donde. O silbando. O paciente, tranquilo, despreocupado de todo. En soledad, como es él. Vacío, lleno. Serio, contento.

Así, así la vida lo va llevando, como sus pies por la orilla, mientras él mira distante el infinito, casi inconscientemente.